Risas y carcajadas desata con cada una de sus ocurrencias. Le roba una sonrisa a todo el que puede. Pero, ¿Qué significa esto para él? ¿Qué es lo que pone triste al hombre del buen humor y la eterna sonrisa? ¿Quién está detrás de tus personajes, Carlos Alcántara?
El humo de tres cigarrillos se conjugó con el viento miraflorino mientras una jovencita de cabello largo, piel blanca, ojos pardos y contorneada figura esperaba con impaciencia la llegada de un hombre. Un hombre que le había prometido verla un lunes a las siete de la noche y, que al parecer, lo olvidó.
Parada en la puerta del conocido bar “Satchmo”, ubicado en Miraflores, un distrito residencial de Lima, Cathi parecía estar ensayando qué decir, cómo mirarlo para que no se diera cuenta – al menos no de inmediato – de la admiración que Carlos generaba en ella.
Después de media hora de incontables llamadas, Cathi se sentía algo preocupada porque temía no conseguir lo que había buscado por mucho tiempo: ver a Carlos y entrevistarlo.
-La última llamada – le dijo Cathi a un compañero de clase que había estado con ella durante su espera.
Esta vez, en vez de la molesta voz de la grabadora indicando que deje un mensaje, Cathi escuchó la voz de Carlos, no la de cualquier Carlos, sino la de Carlos Alberto Alcántara Vilar, aquella voz medio grave que, de una u otra forma, deja entrever quién es él. Carlos se disculpó por haber olvidado aquella “cita” e invitó a Cathi a pasar al local del Satchmo, él se encontraba adentro desde hacía mucho tiempo.
Óscar, uno de los colaboradores de Carlos salió a recibirla y la dirigió hasta el escenario. Aquel escenario que era iluminado por la luz que irradiaba Carlos al tocar el cajón. Qué bien toca, pensó Cathi mientras lo miraba fijamente.
El color rojo de su sweatshirt – casaca deportiva – llamaba la atención desde lejos. Carlos vestía de pies a cabeza con la marca deportiva “Adidas”. Cómo no reconocerlo, era el buzo del equipo de fútbol italiano “AC Milan”, del que Carlos Alcántara es hincha.
-Vamos a mi camerino- dijo Carlos convencido de que era el mejor lugar para ser entrevistado. Con cara de recién levantado se sentó sobre un pequeño mueble negro y me ofreció tomar asiento para empezar a conversar de él, de su vida y no de sus obras, personajes, novelas ni de una película que ya – casi – todos conocen.
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Carlos en su camerino. |
Carlos nació y creció en la segunda etapa de Mirones, una unidad vecinal del Cercado de Lima donde es pecado no dedicarse únicamente a jugar fútbol – fulbito, en todo caso – y es un pecado aún más grande que te guste bailar, actuar y cantar.
El travieso Carlitos, durante su etapa de educación primaria estuvo en el Colegio Santísima Trinidad, donde según él, era muy tranquilo.
“Nunca fui muy aplicado”, confiesa Carlos con un convencimiento casi incomparable. Carlos solía ser muy tímido de pequeño, por lo que Isabel Vilar, madre de Carlos Alcántara, tenía que -casi -obligarlo a actuar, a bailar y cantar como “Rafael”, lo inducía a que participara en las actuaciones del colegio y, recién cuando él estaba en cuarto de primaria, Chabela logró que su hijo se presentara en una actuación. Carlos sobresalió y desde ahí le gustó la “vaina”, como dice él.
Aunque no era partidario de los estudios, terminó sus estudios en el Colegio Hipólito Unanue, ubicado en el mismo barrio en el que el recordado Machín vivía.
Carlos Menéndez, su compañero de clases, lo recuerda como un chico de cabello muy ondulado, algo “vagoneta” al que no le gustaba estudiar. Un muchacho movido y algo juguetón.
“Carlos solía irse de las clases para irse a jugar billar, eso le encantaba…pero un día su mamá apareció furiosa mientras jugábamos y se lo llevó a su casa castigado por no haber ido al colegio durante toda una semana. ¿Por qué no había ido? Por irse a jugar billar con los más grandecitos”, cuenta Carlos Menéndez, quien vive aún en Mirones.
- ¿Todo bien con la grabación? – me preguntó Carlos algo preocupado al notar que yo me dedicaba a escuchar atentamente cada una de sus palabras y a mirar sus ojos marrones tan expresivos. – Sí, todo bien. No te preocupes – dije. Y seguí.
Carlos es un hombre reservado, lo pude notar cuando advirtió que no contestaría todo lo que le preguntara sobre su vida privada, aún así, lo hizo. Suele cuidar mucho el tema de su familia, definitivamente, es lo que más valora.
Sobre su vida familiar, prefiere no hablar mucho, aunque las pocas palabras que dice son suficientes:
“Jossie y mi madre son y han sido las personas más importantes para mí, me han ayudado mucho. Mi madre me formó y es quien, de cierto modo, me empujó a ser lo que soy”.
Sobre Chabela, su madre, tiene infinitas cosas para decir; aunque no lo exprese directamente en alguna entrevista, habla mucho de ella en su show “Asu Mare”. Un espectáculo en el que definitivamente le brinda un merecido homenaje a su madre, esa persona que lo trajo al mundo hace 45 años, un jueves 12 de noviembre de 1964.
Cuando Carlos habla de Jossie, su pareja, suele tener un brillo especial en sus ojos. Está enamorado, y no lo niega. Jossie no quería casarse, según Carlos. Aunque él no es católico, quería casarse con ella, aunque sea de manera civil. Y lo hizo. El sábado 24 de julio contrajo matrimonio con Jossie Lindley, después de tantos años de espera.
Carlos confiesa que además de ser su esposa, Jossie es una amiga, gracias a ella ha aprendido muchas cosas. Ha recuperado la responsabilidad que de alguna forma perdió con el paso del tiempo, ella le ha hecho obtener nuevos valores.
“Jossie hizo que me centrara y me sacó de un mundo descarriado: las juergas, las chicas, las drogas y todas esas cosas”, me dice Carlos con una sonrisa de esas que surgen cuando recuerdas alguna travesura.
-¿Qué tan descarriado estabas, Carlos?- pregunté casi de manera inconsciente.
- “Un desastre, sin rumbo de nada…”, admitió.
Carlos no siempre ha sido el padre responsable que es ahora a sus 45 años, cuando tenía 21 años tuvo un hijo al que su madre le puso Gianfranco, tiene casi 23 años, está en los últimos ciclos de la carrera Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Lima, a pesar de que su padre es actor, él no quiere seguir sus pasos en ese sentido, pero dice que quiere llegar a ser tan exitoso como él. “Sin duda lo admiro”, me dijo Gianfranco.
“Yo no estaba preparado para asumir la responsabilidad de tener un hijo a los 21 años, no entiendo cómo ahora los chicos son padres tan jóvenes teniendo como referencia los casos de nosotros, los mayores”, dice Carlos algo decepcionado.
Gianfranco no es su único hijo, también está Lorenzo, un niño de 7 años que con su llegada, cambió la vida de Carlos. No es un secreto que el pequeño Lorenzo sufra de autismo, a pesar de ésto, es un niño muy hábil e inteligente. Es la alegría de vivir de Carlos; aunque al mismo tiempo, en algún momento fue el motivo por el que Carlos se entristeció. Ahora todo está superado y es feliz con su familia tal y como es.
“Mi hijo Lorenzo nos hizo ver la vida de otra forma y creo, como Jossie, que si pudiera cambiar a mi hijo, no lo haría. Igual como vino, así lo quiero", dijo en una entrevista pasada en la revista “Gisela”.
Carlos Alcántara estuvo participando en el reality show “Bailando por un sueño”, conducido por Gisela Valcárcel, junto a Carolina Guerra. Ella buscaba ganar para lograr una operación a la vista, ya que la había perdido casi en su totalidad. Carlos demostró una perseverancia admirable, una competitividad temible y una fuerza envidiable para alcanzar sus objetivos. Juntos lograron lo que querían a pesar de las críticas y los cuestionamientos que surgieron acerca del programa, Carlos salió a dar la cara y a explicar en el programa “Prensa Libre”, conducido por Rosa María Palacios, cómo habían sucedido las cosas.
A partir de esto, surgió una incomodidad por parte de Carlos hacia el tema y hacia la manera en que había sido tratado en el programa “Enemigos Íntimos”, conducido por Beto Ortiz y Aldo Miyashiro, quien dice no mantener una relación estrecha con Carlos, a pesar de haber compartido escenas en Lobos de Mar y La gran sangre, donde Carlos personifica a Dragón, un justiciero peruano de barba blanca que es más abundante que su cabello, que imita los más rápidos movimientos de Bruce Lee (ídolo de Carlos). Una imagen totalmente opuesta a la que Carlos le muestra hoy a su público: Cabello a la altura de los hombros, pero sin esos –no- tan definidos rizos que mostraba al personificar a Machín, ahora Carlos luce el cabello lacio cubierto, generalmente, por gorros o sombreros.
Carlos Alcántara es un tipo muy sencillo, muy accesible – lo que no quiere decir que tenga mucho tiempo libre -, alguien que contagia su alegría y que es bueno en lo que hace, a pesar de que la actuación no haya sido lo que el quería hacer de joven. Carlos quería ser zoólogo pero “Chabelita”, como le dice él a su madre, no quiso. También quiso ser gimnasta, pero una vez más, Chabelita se opuso argumentando que se quedaría enano como ella.
“Definitivamente el hecho de hacer reír a la gente es gratificante, saber que has alegrado a alguien es un beneficio”, comentó Carlos en una de las últimas entrevistas que le realizó Jaime Bayly en “El Francotirador”.
-¿Nos pueden tomar una foto? – le pregunté tímidamente a Carlos al ver que su “tiempo libre” había terminado, pues su ensayo del show “Asu Mare”, estaba por empezar.
- Claro, todas las que quieras – me contestó con una blanca sonrisa dibujada en los labios. Así fue, nos tomamos más de una foto en su camerino lleno de pelucas que usa para la personificación de diferentes artistas, lleno de espejos, ya que por lo que dice, se ha vuelto algo vanidoso. Y yo lo pude comprobar cuando, al final de las fotos, me dijo “a ver, enséñame las fotos para ver cómo salgo”, entre risas se las mostré y no pude evitar sonrojarme al escuchar de su parte “tú sales linda”…
Después de oír esta agradable frase, salí del camerino con la sensación de haber estado durante horas con el mismo Carlos que siempre he visto en los programas de televisión, me quedó claro que es una persona sincera, que solo actúa cuando está sobre los escenarios, que tiene objetivos claros y que es uno más de nosotros: ríe y nos hace reír; pero también afronta dificultades.