domingo, 5 de septiembre de 2010

ZAPALLAL: ÚLTIMO PARADERO

Al norte, pasando Puente Piedra. Un lugar casi desconocido muestra abiertamente el camino para llegar a él, deja sus enseñanzas en sus pistas y veredas sin asfalto. Pinta una gran lección en un cerro. Un cerro colorido.

“Ya estoy vieja para estos trotes”, parece confesar Graciela Loli, quien acompañó a Catherine Molina en su travesía por un lugar, hasta ese momento, totalmente desconocido. La única referencia que ambas tenían sobre el lugar era la palabra ‘LEJOS’.
Graciela o ‘Chela’ a sus setenta años de edad opta por la aventura y, motivada por el instinto maternal que su ‘nietecita’ hace aflorar en ella, decide emprender el gran viaje con destino norte.
Av. Javier Prado Este, cuadra 4. La gran cantidad de carros que transcurren por esta avenida parecen invitar satánicamente a un aparatoso recorrido por los lugares más lejanos de Lima, por lugares de los que todos escuchan pero que nadie ve. O prefieren no ver.

–¡La Marina, Fose!– gritaba el cobrador de la línea de transportes “Sol y Mar”, un hombre medianamente orondo que las guiaría por el principio de su ventura. –Tienen que hacer conexión, tienen que tomar la 9. Esa las deja ahí.–
Así fue, la línea 9, ruta IO-33 pasaba por la Av. La Marina (ahí subieron y se acomodaron en dos asientos contiguos que no dejarían, por lo menos, durante las próximas dos horas). Era un tremendo recorrido, parecía de nunca acabar. Carmen de la Legua, Aeropuerto Jorge Chávez, Los Olivos, Pro.

– Cobrador, disculpe. ¿Falta mucho para llegar a Zapallal? – fue la pregunta que Catherine se venía haciendo desde que subió al enorme bus y que por fin el cobrador respondió diciendo: “La verdad sí, señorita. Zapallal es mi último paradero”…

A medida que el carro se adentraba hacia el norte, el frío se hacía más intenso y el viento más helado. El polvo más notorio y las áreas verdes brillaban por su ausencia. Las cosas son distintas allá en Zapallal.
Zapallal es un cerro que pertenece al distrito Puente Piedra, cuenta con aproximadamente 80 000 habitantes distribuidos empíricamente en 140 asentamientos humanos respaldados por juntas vecinales y por apoyo externo que llega cada año solamente en las navidades.

–Ésta es una zona urbano-marginal. De pobreza extrema– dice el Brigadier Palomino, como si esta realidad no fuera tangible, como si esas dos ajenas al lugar no fueran capaces de mirar más allá de sus respingadas narices. El único lugar al que Catherine pudo acudir para pedir información fue la comisaría de Zapallal, ubicada en algún lugar del jirón Galilea. Todo lo demás eran pequeñas, débiles y coloridas casas que daban el toque de color a aquel día triste de la Lima gris de siempre. La gente en este lugar era muy amable, con ganas de ayudar. Tal vez eso mismo es lo que merecen ellos: que se les ayude. Que se les admire porque a pesar de las dificultades que atraviesan, son capaces de ayudar, proteger y enseñar a los suyos.
El Brigadier Palomino, el Brigadier Chirinos, el Técnico Mendoza y el Técnico Cabero Palacios, reciben en la Comisaría a estas dos aprendices de reporteras y las hacen sentir, irónicamente, como en casa. Ellos cuatro se disponen a contarles un poco cómo es el ambiente de Zapallal…

“Aquí se ve mucha violencia familiar, sobre todo entre convivientes”, dice el Brigadier Palomino. Quien afirma también que ellos le brindan ayuda a las personas agredidas que, generalmente, son mujeres y a los jóvenes que están descarriándose.
–Si gustan les puedo dar un paseo en el patrullero para que conozcan la zona– dijo el Técnico Mendoza.
–Claro, nos encantaría– contestó Catherine.

Sin duda, subirse a un patrullero no es lo más cómodo que hay, pero son gajes del oficio. Una vez arriba y con los ojos bien abiertos, Catherine pregunta si existen problemas de delincuencia, pandillaje o barras bravas en Zapallal. Las pintas en las paredes advertían un ambiente más ‘crema’ que cualquiera: “U eres mi vida”. La respuesta por parte de los policías fue casi inmediata: “Hasta hace cuatro o cinco años, el problema existía. Ahora está todo controlado gracias a la participación ciudadana (OPC) que ha ayudado a crear programas como ‘Enséñame tu trabajo’. Aquí las personas con diferentes oficios vienen y les enseñan a los chicos algo que les servirá para aprender a trabajar y dejar de robar o vagar.”

La comisaría de Zapallal cumple una función excepcional, es una suerte de municipalidad que colabora y realiza cuanta actividad se les ocurre a los patrones del orden del lugar. Claro ejemplo de esto es la premiación que recibió en el año 2007 en honor a su memorable labor. El concurso se realizó entre todas las comisarías del Perú y ésta, una de las más olvidadas o poco conocidas porque está ubicada en un lugar al que la mayoría de peruanos no se les ocurriría visitar, ocupó el tercer puesto. ¿No es acaso un ejemplo a seguir?...

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